Nos propusimos discutir el uso y las diferentes tensiones que se dan a propósito del lenguaje inclusivo. Hablamos de qué es, pero sobre todo, cuáles son sus problemas. No encontrarán en este episodio un veredicto sobre su uso, ni una posición unánime, sino preguntas y comentarios que se abrieron a partir de esta cuestión sobre la que nos parece necesario volver cada tanto.

Algunas de las derivas de la conversación fueron: ¿La “e” es un tercer género o una síntesis de un “todos” más democrático? ¿La “o” incluye a todo el mundo? ¿Cómo es posible dar esa discusión?

Por un lado, acordamos que el vínculo entre el hablante y la lengua no es lineal ni ingenuo. Es decir, las palabras que usamos importan, y tienen consecuencias. Por otro lado, intentamos poner en crisis la premisa de que exista una linealidad tan directa entre lengua y realidad, y que esta relación sea lo suficientemente fuerte como para cambiar un sistema tan complejo y arraigado como lo es el patriarcal. Nos enfrentamos entonces a la recurrente paradoja entre la escala individual y colectiva y lo complejo de pensar lo político en esa relación.

Discutimos también acerca de una nueva tensión que se crea con la institucionalización del lenguaje inclusivo: el problema de la sustitución de una norma por otra. En algún punto, protocolizar el saludo inclusivo implica no dejar a nadie por fuera y eso nos quita la -tan preciada- posibilidad de disrupción. ¿Desaparece toda conflictividad con el lenguaje inclusivo? ¿Le roba esta protocolización la posibilidad de rebeldía a las disidencias, les hace “patear una puerta que ya estaba abierta”?

Por último, indagamos en uno de nuestros fenómenos preferidos: la corrección política. ¿Cuál es su vínculo con el lenguaje inclusivo? ¿Quiénes queremos que lo empleen? ¿Quiénes pueden hablar en inclusivo y quienes no? ¿Qué pasa cuando un sujeto público que sabemos encarna ideas conservadoras utiliza el inclusivo?

De yapa les dejamos acá lo que dice la RAE para continuar la discusión.