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Jane Boston: «Lo que yo hago no es solo para el teatro»

La voz y la relación con el género y el poder, el teatro político de la Inglaterra de Thatcher y el deber ético tras la investigación académica. De todo eso hablamos con Jane Boston, Directora del MA/MFA en Voice Studies de The Royal Central School of Speech and Drama y Directora del International Network for Voice (INV), que visitó nuestro país para el Simposio de Integración entre Teoría y Práctica en Voice Training organizado por el NIV (Núcleo de Investigacion Vocal) dirigido por el actor y docente Luis Aros.

Para comenzar, nos gustaría preguntarte cuál fue el sentido y el propósito de investigar sobre el efecto del género y el poder en los estudios de la voz, dos perspectivas que comienzan a tomar fuerza.

Es algo que me he preguntado toda la vida. Creo que siendo honesta, entré a la voz a través del teatro político. Fui muy consciente, muy temprano en mi vida, de que había personas que controlaban el texto y que hacían circular su propia voz tanto en la metáfora como en la textualidad. Como una compañía de teatro compuesta por mujeres, estábamos marginadas, poníamos en escena nuestra propia escritura, eso me dio una visión particular de qué es lo que influencia al espacio público, quién es escuchado y quién no.

Entonces cuando llegué a la práctica vocal, trabajé en un conservatorio tradicional en Inglaterra, yo tenía este antecedente radical de decir lo que pensaba y hablar de mi visión de mundo y tuve que transformar eso hacia la convención del entrenamiento vocal existente, la práctica de un conservatorio y el texto.

Entonces decidí que tendría que hacer de esto una posición en mi vida, volverlo una dinámica. ¿Qué puedo hacer? Porque a menos que lo haga no sería escuchada, nadie iba a celebrar mi texto. Y es que aunque nuestras obras están publicadas, no existen en la misma circulación, no son parte del canon tradicional. Lo que me interesa es eso, el encuentro entre lo marginal y el canon clásico, y el género siempre es parte de esto.

Entonces, estabas en una compañía de teatro compuesta por mujeres y hacías teatro político.

Sí, hacíamos teatro en la calle, literalmente en la calle. Era todo un movimiento contra Margaret Thatcher, fue hace muchos años, estábamos gobernados por esta primer ministra y muchas cosas estaban cambiando a nivel social y político. Ante eso teníamos mucho que decir.

En la conferencia que diste para el Núcleo de Investigación Vocal hablabas sobre los límites de la biología evolucionista cuando se vuelve determinista, es decir, cuando describe ciertos fenómenos desde una perspectiva única. Entonces, ¿cuál crees que son las limitaciones de la biología evolucionista para describir las construcciones sociales y cuándo realmente nos ayuda a entender el cuerpo?

Bueno, si estás investigando el sonido de apareamiento de los ciervos, hay un análisis literal que se puede dar, pues claramente el tono grave del macho es usado para atraer a la hembra. Pero lo que yo estoy preguntando tiene que ver con la transferencia de esa dinámica hacia el ser humano. Hay suposiciones que no necesariamente se pueden aplicar a la experiencia humana, y ahí tienes que pensar en las mismas personas que realizan la investigación, siempre buscan esperando encontrar algo particular. Eso es una cosa sobre la que hay estar alerta.

Por ejemplo, aunque los niños y las niñas en la pubertad poseen el mismo instrumento vocal, nosotros como adultos escuchamos y le otorgamos características de género. Eso es interesante, hay una predisposición cultural a escuchar la voz. Luego sucede que la voz realmente cambia al pasar de la pubertad a la adultez, entonces tenemos que saber que eso es un hecho, que hay impacto en nuestra química, pero somos más que la química que nos compone. La identidad de las personas está en los espacios intermedios, entre líneas, por eso es que el género es tan importante.

A propósito de cambios vocales… nosotros vemos que la escena chilena es aún bastante conservadora cuando se trata de sumar nuevas perspectivas sobre el teatro, por ejemplo, al pensar la misma voz como algo más que un elemento auxiliar.

¿No tiene aún su propia identidad? ¿su potencia? Eso es bastante anticuado.

Lo es. En tu caso, ¿ves algún cambio en el Reino Unido o Europa?

Creo que en Inglaterra siempre hemos estado muy dominados por el canon del texto, y en ese sentido tú puedes tomar una posición al respecto o puedes trabajar en el modelo interpretativo. Con mis estudiantes trabajamos a Shakespeare, ver el modo de volverlo contemporáneo a nosotros, de ver cómo puedes traer tu propia individualidad. Ese fue mi modelo en la voz. También puedes crear tu propio texto. Mucho del teatro que se hace en Royal Central School of Speech and Drama es sobre la creación del texto en el momento, esta misma habitación es texto.

Hay muchas interpretaciones radicales que son dinámicas, aunque todavía existe una cosa binaria entre la virtud técnica y el desafío creativo, porque en el minuto en que eres técnicamente virtuoso en el teatro más nuevo, la audiencia cree que vienes de un lugar superior, entonces tienes que lidiar con eso. Las señales de la voz son importantes, porque ya hablan de una jerarquía. Y eso es interesante porque es dinámico.

Y cuando se trata de acciones concretas, en tu trabajo, ¿cómo generas esos cambios tanto en el espacio artístico como en el cotidiano? Me refiero tanto en tu trabajo creativo como también en la institución que te respalda.

Primero, trato de vivirlo en mi cotidiano y a través de todo lo que hago en mi vida. Porque ese era el mensaje del feminismo en mi época: lo personal es político, entonces siempre he tratado de vivir bajo esa idea. La posibilidad de reconocer que la voz está a mi alrededor siempre. Institucionalmente trabajo en el Comité de Diversidad, y trabajo con las voces de los y las estudiantes desafiando la jerarquía que asumimos como sostenedora del poder. Supongo que voy con el corazón lo más abierto que puedo y uso mi filosofía de que esto también es la vida cívica.

Y cuando trabajas con tus estudiantes, ¿qué es lo que les pides que hagan para lograr esto?

Lo que más hago es instarlos a que se pregunten a sí mismos qué es lo que necesitan. Porque muchas veces preguntamos cosas, pero en realidad necesitamos preguntarnos a nosotros mismos. Lo pienso como una activación de la inteligencia de esos estudiantes, que ya está ahí. La mayoría de la gente es muy inteligente, pero es tan importante escuchar, como comunicarse. Entonces parte desde el microcosmos de la sala hacia afuera, ahí espero crear un clima que genere esa posibilidad.

Por último, considerando todo lo que has dicho, tu postura política respecto a la práctica vocal, tus acciones cotidianas, ¿crees que hay un deber ético como docente e investigadora de traspasar este conocimiento más allá del espacio académico?

Sí, por supuesto. Cuando comencé en esto, yo quería cambiar el mundo, y el teatro. Éramos tres mujeres en una sala pequeña y sin nada de dinero, pero ese era el espíritu. Creo que vivo con un sentido de transformación y de posibilidades. Tuve una buena educación y he tenido mucha suerte, y es importante usar las experiencias que he ganado en la vida a través de mis estudiantes para mover las posibilidades.

Me he dado cuenta de que no crearé cambios radicales, las cosas no van a cambiar de un día para otro, la dialéctica es lo importante, creo que tenemos que ofrecernos positivamente a eso. Tú me das eso, yo te puedo dar algo de vuelta. Creo que sí hay que devolver este saber, éticamente, moralmente, lo que yo hago no es solo para el teatro, no es solo para el proceso artístico.

¿No trabajas solamente con actores y actrices?

No, solía trabajar exclusivamente con actores, y creo que eso es un privilegio porque los actores son unos seres extraordinarios, hay un don ahí. Y yo tengo que tomar ese don y traspasarlo a la vida de los demás, porque todos deberían tener el beneficio del entrenamiento actoral, porque uno aprende muchísimo. Es una gran forma de vivir, es una forma precaria de vivir, es cierto, pero el entrenamiento te permite mucha expresión que las personas fuera del teatro, en otros trabajos, no se permiten sentir como un derecho. Y ahí es donde transfiero la ética.